Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Yo no ardo. Soy como la ceniza que se consumió.
Sin preverlo, las velas de mi barco ardieron, con los fuegos de San Telmo.
El viento azuzó las llamas, y perdí mástil, vigía y timonel.
A la deriva, mi barco de vela se desliza hacia ninguna parte.
Pero si llega a puerto, navegaré de nuevo.
La próxima vez que los fuegos me toquen, me uniré a ellos.
Mis créditos a Galeano.