Descreídos de ojos abiertos
no creen en banderas,
no saben lo que es la patria.
Que viven con sus congéneres
sin pensar que comparten nada
más allá del día a día,
la amistad y el buenos días,
ayudar con la sal y la azada,
cuidar de las otras plantas,
hablar un mismo idioma,
o gestos sin palabras,
pero no pensar en naciones,
ni en etnias, ni en zarandajas,
filosóficas y artificiales,
que a los humanos separan.
Enseñad a los ciegos
que alzan porras y placas.
Enseñad a los ciegos
que alzan himnos y banderas.
Frontera absurda que se alza,
entre hermanos que no hablan.
No soy de aquí, ni soy de allá
No tengo edad, ni porvenir
Y ser feliz es mi color
De identidad
Comentarios
Pienso que esa es la gran tristeza: que somos hermanos y no lo sabemos.
Tristes los humanos por tanta farsa.