Porque sí, porque los hay en todos lados. Colores.
Ejemplo número uno. Subir al monte en horas tardías, y mirar ahí, en lontananza, entre los árboles lejanos perderse al sol y dejar su estampa
Ejemplo número dos. Ir por la ciudad y encontrarse con el arrabal. Vuelta a los colores primarios artificiales.
Ejemplo número tres. Los colores también están en las pozas. Los difuminan y emborronan, los dejan sin formas. Pero los colores no pierden fuerza.
Ejemplo número cuatro. De vuelta a la ciudad entre las líneas rectas y los azules de las sombras, los amarillos gritan.
Ejemplo número cinco. Pasa otro día y se vuelve a hacer tarde. Así que el cielo vuelve a sangrar, y mi mirada anónima no es la única que lo ve. El ejemplo final, por cierto.
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