Salieron como los gatos, un día de lluvia.
Tantearon el asfalto, paso a paso, lentamente.
Cautos, susurraros proclamas, que nadie creía.
Sin venir a cuento, niño travieso,
el viento, las elevó en el aire
llegando a oídos de los cuervos,
que anidaban en las alturas de la jungla de cristal.
¿Qué es eso que se oye?
Esos gusanos hablan.
¿Cómo es posible?
Si les quitamos la boca,
y nos comímos sus crías.
Mientras, a ras de suelo
corría un rumor incrédulo,
los ánimos prendían, y el asfalto
se derretía sin quemar,
permitiendo que en la balsa
de sus ya gritos
nadie pudiera alcanzarlos.
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