Avanzando entre las tumbas de mis recuerdos,
me fijo en las mariposas púrpuras que las rondan,
los cuervos negros posados en las ramas de un ciprés,
las telarañas de un lugar, al cual se va, pero nadie vuelve
y nadie las toca.
Estoy alegre. Veo enterrada mi vida, y estoy alegre.
No espero a la muerte, y miro atrás
sólo para entrever entre tanto epitafio
que las tumbas, no dejan de crecer.
Y es que siguen acumulándose las lápidas.
Bendita revelación.
Mientras crezca el cementerio, estoy alegre.
«Así son los epitafios,
de mi vida perra y larga.»