Categoría: Imágenes

Fotos e imágenes, cosas mías propias, y poco más.

Apuntes

Prometí que no volvería con algo triste. Pero sobre todo quiero volver a escribir. Y a hacer fotos y esas cosas que hacen que la vida sea algo más que trabajar y beber con gente. Así que intento retomar esto y lo haré como lo dejé, señalando cosas que veo por ahí, ahora que la vida va volviendo a ser vida, aunque sea renqueando como Quevedo por la plaza Mayor de Madrid.

Casa blanca

Últimamente ando algo perdido. Me voy por montes de alrededor. Todas las semanas, ahora solo, antes buscaba más compañía por ahí. Al otro lado del valle, con treinta grados (o más, que yo llevo mal el calor), la casa ahí sola brillando al sol. Perfecta en la solana para alejarse del ruido, de la gente, de los coches, de la ciudad, del trabajo, de todo. De absolutamente todo.

Tractores

Y aún así, hay que trabajar. Mantenerlo todo. Los tejados caen, la hierba crece, los animales hay que cuidarlos, los zarzales proliferan. Los lambos salen de sus garajes.

Jardines

¡Un burro cargando plantas! Pues eso, un burro cargando plantas.

Espantapájaros sonrientes.

Ver que alguien para su pequeño huerto, ha decidido, y ha hecho, unos espantapájaros así, que parecen más bien saludar a los pájaros más que para espantarlos, me hace creer en la gente. Y me hace creer que en este mundo oscuro y materialista, aún hay quien se molesta en hacer algo bello y efímero, quiero pensar, que por hacer sonreír a alguien. Conmigo lo hizo.

Nativa

Y en el menos da una piedra, la música vuelve. Muy poco a poco, pero vuelve. Y suena, lentamente. Los sonidos son cada vez más altos. Volverán a rugir.

Invierno y verano

Venga, improvisemos. Una vez más.

Recuerdo estar en Burgos, ibamos a ver a Goran Bregovic, era Enero, y hacía un frío del carajo. Pero era pronto, así que fuimos a tomar cervezas. Recomiendo ese bar, aunque lo recuerde demasiado vagamente.

Eran tiempos igual de buenos e igual de malos que ahora. Supongo que he vivido más, y tengo peor salud, y todo lo demás, está prácticamente igual. Salvo eso, he vivido más.

Al fondo gente pasando, y gente tomando cervezas. Gente andando y gente sentada viendo pasar la vida. Era sábado, creo. Hacía ese sol de invierno que tanto me gusta. Porque es luz fría. Es luz irónica.

Esto otro es verano. Pero le quito el color, porque quiero que tenga más fuerza. Porque es gritar en un concierto, como tantas veces he fotografiado. Fiestas de verano.

Y cervezas en todas las fotos. Y yo con una en la mano.

Paisaje y un pequeño sinsentido.

Tengo esto medio abandonado, lo sé. La vida real últimamente es demasiado real, ocupa mi tiempo y mi cabeza. Me cansa y hace que sea más difícil explayarme ante los conocidos desconocidos que me visitan. Pero he de volver de tanto en cuanto, no quiero que esa parte de mi se pierda.

Y andaba buscando alguna foto decente que me inspirase en los últimos meses y no he encontrado. No digo que no haya ningún haya, sólo que no he encontrado. Así que os presento una pequeña aberración. Esta preciosa estampa que me ha quedado ligeramente abombada con un horizonte no muy recto es un panorama hecho con unas dieciséis fotos unidas automáticamente. Pero si obviamos esos fallitos y detalles, y nos centramos sólo en ella se ve la playa de los Caballos. Y el mar. Y el sol poniéndose. Y era verano, o casi, por eso el sol se pone tan cerca del mar. Así el día dura más. Y las cosas se ven… ¿Diferentes? Es un gran atardecer, en un día soleado, en un lugar precioso y sin gente molestando. Es todo perfecto.

Salvo que, irónicamente, yo aquel día era un despojo. Recuerdo como la rabia me consumía y hui a donde buenamente pudiese, me acordé de la playa y me fui a leer ciencia ficción y no pensar, con la cámara. Estaba hecho una mierda. Por suerte, en la foto sólo se ve el otro lado. Y sin contexto, es un paisaje genial.

Y así quise que fuera.

La vida inversa, inversa la vida.

Cada ciertos días, un grupo de seres deja sus actividades diarias. A partir de ahí se reúnen y comienzan a tener un comportamiento errático. Incluso se expresan de manera diferente.

Suele durar unas horas, a lo sumo un par de días, lo cual no es nada comparado con el tiempo que dedican a su quehacer diario. Suelen acompañar estos momentos con distintos tipos de sustancias que alteran sus consciencias, así como sonidos repetitivos mínimamente armónicos a exagerados volúmenes. También se encierran en entornos oscuros con gran cantidad de luces coloridas.

Tras estos momentos, se vuelve a su vida diaria. A veces hay un periodo de adaptación donde se observa cansancio y síntomas de agotamiento. Sin embargo, al poco, vuelven a la normalidad.

Nadie sabe por qué este cambio en sus costumbres. Si no están cómodos en su día a día, por qué su comportamiento errático no se extiende al cien por cien de su tiempo. O quizá lo natural sea el comportamiento errático y lo artificioso su vida diaria. Lo que está claro es que están completamente separadas, y los entes parecen ser más felices, realizando absurdeces.

Ejerciendo de la parte idiota de la vida.

De imágenes a través de las imágenes.

De tus ojos a la pantalla que tienes delante. De ahí, al sensor de mi cámara. De ahí, a la pantalla del móvil de la foto. De ahí, a la realidad, que está borrosa. Difusa.

Demasiados filtros que impiden verla tal y como es.

Y cada vez ponemos más.

Límites del saber

Si hay algo verdaderamente cierto, es que lo ignoro todo o casi todo. Y me da rabia, porque hubo un tiempo en el que una mente despierta podría haber adquirido todo el saber de la época. Pero ahora ya no es posible. Ya no hay más que pequeños sabios que lo saben todo sobre casi nada.”

Jean Dausset, tolosano Premio Nobel de Medicina en 1980.

Ayer comentábamos (increíble que me acuerde) sobre la ilusión o la idea de lograr algo en la vida por lo que ser recordado, y que no sea un atentado, sino algo productivo. Yo perdí esa idea allá por los dieciséis años, más o menos, cuando empecé a ser consciente de la cantidad de gente que había en el mundo y la cantidad de trabajo que requeriría.

Ahora reorganizando fotos y cosas, me he encontrado con esa frase. Recuerdo que me la encontré en las artes y las ciencias de Valencia, el edificio ese de Calatrava que extrañamente sigue en pie. Y hablaba exactamente de lo contrario. Recuerdo, que cuando la vi, para mí significó mucho también, tanto como cuando fui consciente de que no podría ser el mejor en algo. Y es que el no poder llegar a saberlo todo, a ser el perfecto humanista, también es algo que me inquieta. Y es que una vida no da, hay que seleccionar qué aprender antes de aprenderlo (lo cual es una especie de paradoja), y la visión de conjunto sin los detalles desmerece.

Pero ahí seguimos.

La luna y el avión. Y es que la técnica casi se estrella contra el cielo de los hombres.

La edad.

Hace no mucho descubrí que Platón dijo que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. Es de presumir que toda nuestra eternidad es nuestra vida. Antes y después da igual que hubiera o hubiere. Total, no lo vivimos. Al menos, no soy consciente de ello.

Por suerte tengo una ligera idea de la existencia de los demás y pienso que si yo no anduviera por aquí, los demás seguirían. Gracias a eso pienso que todo va un poco más allá. Y posiblemente hubiera o hubiere algo antes y después.

Mirando más allá, hay cosas alrededor de donde toda esa gente, y mi persona, se mueve, corre, vive y esas cosas. Lo que son rocas, agua, aire, seres varios, árboles, microbios, un poco de todo. Una interfaz con la que mi consciencia se comunica con otras consciencias a través de interpretaciones físicas de las ideas. Toma más Platón, nombre que hace honor a su frente, físicamente.

Supongo que esa interfaz es algo increíble per se. Tanto que a veces nos hace pensar que está mucho más allá de nosotros. Más allá de nuestro alcance y percepción. Tanto que nos hace sentir pequeños ante cualquier muestra mínimamente grandiosa a nuestro ojos. Así, nos sentimos apabullados ante eso que llamamos naturaleza, y yo ahora ando llamando interfaz. Como en este caso.

Arnía

Somos ese pequeño ser de la foto. Poco más. Y algo más grande, tuvo que crearlo todo.

Quizá sea sano valorarnos un poco más de lo que hacemos. Ser demiurgos.

Por supuesto, esto son pensamientos sueltos, y no son verdad. Ni tienen sentido.

Desde Cimas

Desde Castro Valnera, hace un tiempo.

Negra. Negra es la tierra.
Blanca. Blanca es la carretera.
Un anisakis que parasita la tierra.

Ya no me prodigo tanto en las alturas como antaño. La gravedad y los tendones maltrechos se alían contra mi voluntad de aumentar mi energía potencial. Toma. O quizá la voluntad no es suficiente como para compensar el propio paso del tiempo. Piano piano, que hay mucho que hacer.

Piano piano. Tanto despacio. No da ese tiempo.

Dicho esto, me gusta estar arriba. El aire no es más puro. En realidad es más escaso. Es simplemente que el aire golpea en la cara, da bofetadas. No es que se vea más lejos, es que no hay paredes. Igual hay niebla, o se ha hecho de noche, da lo mismo. Es la certeza de que no hay nada alrededor que genere claustrofobia. Al menos, fuera de nuestra piel. Es saber que subir hasta ahí ha costado esfuerzo. No sirve de nada, de forma racional. Pero vale tanto o más que lo que hayas invertido en ello. Y cuanto más inviertes más vale el momento. Por eso subo.

Venus y media Luna

Anduve buscando alguna foto con banderas y cosas así. Pero curiosamente, en los dos últimos años no he tenido ninguna. No soy muy de banderas. 

La foto no es gran cosa. Tiene mucho ruido y está sacada demasiado oscura, la tuve que aclarar, y le quité el color porque no se mostraba nada bien. 

Me gusta la gente, me gusta sentada y de pié. Hablando unos con otros. Con el móvil en las manos, o señalando a unos y otros. con cervezas, bebiendo. De noche. Muy tarde, antes de un concierto. Aunque ahí ya es cuestión de imaginar, son cosas que no salen en ella. 

Gente

Por cierto, sin nubes, había estrellas. No muchas, al fin y al cabo hay una seta de polución lumínica sobre Santander. Hay dos luces principales. Media Luna y Venus.

Y con eso nada más. 

Pensaba hablar del sinsentido social que veo últimamente, pero siento que esa es una reflexión demasiado larga ahora que ando prácticamente de vacaciones. Como avance, recordad, odiar es malo. Y ruin. 

Monte Dobra. De nuevo.

Me repito, lo sé. Pero repito sitios y repito fotos. Una y otra vez las mismas fotos en los mismos sitios. Ligeras variantes, no lo niego, pero cuando llevas años subiendo por los mismos sitios, es inevitable. E intentas fijarte en otras cosas. 

Hojas

Subiendo desde las Presillas, a finales de invierno, tímidamente salen las primeras hojas, que brillan al trasluz con su toque amarillento frente al azul. 

La margarita

Sí, es trampa. Bajar al suelo y buscar un rayito pequeño de luz que coincida para hacer algo mono. Es trampa, lo sé. Algún día subiré fotos de gatitos, también. 

Un rayo

Una flecha que marca bastante mal la dirección. Por ahí no se iba a ningún sitio. Doy fe. 

Vacas

Vacas. Burros. Cabras. Caballos. 

Más vacas

Y más vacas. No he visto ovejas. Bichos salvajes sí, muchos. Incluso un día subió Tito. 

Curas

Dos curas. Uno con alzacuellos. Arriba del todo casi, debieron subir de las Presillas, donde hay concentración de ellos. Parecían buen gente. 

Arriba

Y a la cima. 

Tengo muchas más fotos. Fotos reseñables quizá, o no. Pero como dije, muchas veces repetidas. 

La siguiente tanda irá sobre paisajes desde el Dobra, o la Capía, en los que no sale el propio Dobra, como aquí en estas fotos. Me parece interesante ir a los sitios y no hacer fotos de los sitios. Ahí está google para esas cosas. 

Burgos. Última.

Una última visión. Como dije en la primera, y continué con la segunda, no hice muchas fotos en Burgos. Ni este año en general. Por eso la serie acaba pronto, con previsión a futuro de continuarla. 

Extraña mirada inerte. 

Detrás del cristal, la mirada acusadora del maniquí, juzgando a la gente que pasa desde su posición de superioridad que le da el ser un reflejo social de la perfección. 

De la mano. 

Ven que te llevo por el mundo. Ven, que te llevo. Escoge destino, que yo te enseño el camino. 

Niña. 

En la tienda de juguetes, la viva imagen de la niñez. 

Burgos. Segunda parte

Voy a empezar y acabar con la misma foto, casi. Dos versiones de la misma. Y lo hago porque sin gustarme demasiado, tampoco sé decidirme. Considero ambas buenas, sin mucho más. 

La primera versión. 

Un viejo va con su perro, un hombre viene. El hombre lleva a un perro, amarrado, al que ignora. El otro va a sus cosas, mirando un no se sabe qué. Aquí hay contraposición entre ambas figuras. Luego contaré cosas en la otra. 

Trabajador.

Así como a veces hay que forzar la imagen para resaltar algo extraordinario, otras hay que dejar lo ordinario tal y como está para que resalte sobre lo demás. 

Sombras.

Siempre hay sombras a contraluz. Con el suelo mojado. Dos personas juntas paseando. 

Catedral.

Frente a la catedral, charlando sin más, mejor que se intuya de fondo, que quienes importan andan al frente. 

Más catedral.

Igual que aquí. 

Y más. 

Y aquí. En las tres, se le da la espalda. A la catedral. Es mobiliario urbano. Es algo que está ahí, perfectamente ignorable desde el 
20 de julio de 1221, cuando se puso la primera piedra. No para todo el mundo, claro está. Peregrinos, políticos, aristócratas, viajeros y amantes de las gárgolas y las vidrieras se fijan en ella. La gente de allí no. Es parte del paisaje. Y como tal, ignorable. 

Café latino

Estatua a la gente de allí, que ignora el paisaje, estando a sus cosas y pasando el rato. Que curiosamente, acaban formando parte de él. Ni una mirada del fumador. 

La Foto

Alguna turista pequeña sí mira. 

Hombre y perro

Volviendo al principio. El viejo va con su perro, pero son uno. En color, porque ha de resaltar su negro. Yéndose de la foto. Sin levantar la cabeza, como en la otra foto.  Levantarla, para qué. Si no hay paisaje que mirar, cuando no se necesita mirar. 

Un transeúnte sin más. 

Burgos. Primera parte.

Dediquémosle un capítulo especial a Burgos. Hace bastante tiempo que hice estas fotos, casi dos años. Mucho tiempo. Pensando en seguir la serie de gentes con otra ciudad más, y con una excusa perfecta, además, intenté hacer lo mismo en la ciudad de la catedral. Sin embargo, he de decir que mi improductividad se puso de manifiesto, y las fotos son escasas, por eso. Veamos. 

Entorno al paisaje

Color oscuro

Empezando por el río, el día estaba nublado. Me gustan los colores profundos, oscuros. Y la vegetación, pese a ser otoño, era más que exuberante. 

Por el río

Poco más adelante, se ve la zona en la anterior foto, 

Prohibido

Hice fotos del paisaje. Aunque el entorno siempre forma parte simbiótica con los protagonistas de las fotos, en esta ocasión me fijé más en las cosas, sobre las personas. Alrededor del río. Al fin y al cabo, el paisaje urbano es especialmente reseñable para mi. 

No voy a eternizar esto, que lleva mucho editarlo. Voy a ir parte a parte, y esta es la primera. Voy a intentar que en las grandes series de fotos ganen protagonismo cada una de ellas, sean o no brillantes. 

Atardeceres

Voy a hacer trampa. En mi idea de dar salida a las doscientas y pico fotos que tengo pendientes de publicar, voy a ir seleccionando, reduciendo la lista, y empezando por lo sencillo. 

Y lo sencillo, lo que todos empezamos a hacer cuando tenemos la cámara nueva, es ir a hacer la foto a un atardecer. A un amanecer es más complicado, es difícil madrugar. Sin mucho más, comentemos. 

Mirad el mar. 

Ese día me fui a Loredo, o por ahí. Realmente no sé como se llama la playa. Está Santander al fondo, que evidentemente no se ve. Pura bruma, la tierra dicen que es plana. 

A mi derecha había una pareja viendo lo mismo que yo. Tengo su foto, para otro día. A la izquierda, unos jubilados. Y unos recién casados de postboda. Pobre vestido, acabó en el agua. Sacrifican mucho por un día así. Ponen tanta ilusión en ello que invariablemente les satisface. Sublima de tal forma que queda grabado a fuego en su memoria, incluso mejor que como fue realmente. Pero da igual, porque cumple su función de punto de inflexión vital. De símbolo de futuro y de unión. Las tradiciones no dejan de ser necesarias, en cierto modo. 

El mar, necesario, refleja el sol. Ni una nube. Es verano, y es muy tarde, sobre las diez. Un clásico imperecedero. 

El Sol

Esta imagen fue buscada. Desde el pico del dobra, sólo hay dos fechas al año, que además coinciden con los equinoccios, en los que el sol se pone exactamente sobre ese pico. En verano, es sol cae al mar. En invierno, sobre los picos de Europa. Es la Pica Peñamellera, 765m de altitud, entre el pueblo de Bores, y el de Mier. A 52,6km en línea recta desde el Dobra. 

Intento subir los equinoccios que hace bueno en busca de un atardecer así. El año pasado lo conseguí. Había muchas nubes, pero tuve la suerte de que se abriese en el momento exacto de la puesta. Así el sol se abre paso entre el resto de montañas altaneras, para mostrar justo la silueta, de la Pica Peñamellera. 

Nubes

Esta es diferente. Como digo, son sólo eso, nubes. Me recuerdan a Turner. Por eso la muestro. Porque tiene cierto aire de magnificencia natural, básico, sencillo, y épico a la vez. Manchas que dejan escapar algún color del interior de la espiral. 

Y nada más. 

Trinca

Te debo una, dos o tres.
O cuatro, o diez o cien
y cuanto más pasa más te debo,
porque ya no estás, para perdonarme
que el tiempo pase, sin el homenaje,
que te debo, Trinca.

Te echo de menos.
Mucho de menos, pequeña.

Ojos cerrados. O al revés
Ojos abiertos. O al revés
Mira qué efigie
Otra pose

Mira tu mirada de me la sopla. 

Pensé en poner fotos de tu vida, desde pequeña. Tengo un vídeo del día en que llegaste en el que te peleabas con un objeto inanimado típico llamado alfombra. Y contra todo pronóstico casi ganas. 

O más adelante, corriendo como loca cuando aún eras delgada, antes de robarle la comida a los otros animales, por el Dobra, como tantas veces subimos. De caballo en caballo. Como una salvaje. Como si les fueras a cazar. He echado números. Un caballo medio pesaba en torno a cincuenta veces más que tú. Optimismo. 

Tengo un par de gatos blancos ahora. Tener es un eufemismo de que no me hacen ni puto caso. En teoría van a cazar bichos como tú. Aunque tú tampoco cazabas gran cosa. Preferías robar la comida al pobre Wilki, o a quien se pusiese de por medio. O a poner cara de pena a través de la ventana de la cocina, con la esperanza, de que algo cayese. Y siempre caía. Te aprovechabas de mi. Arpía manipuladora. 

Pues eso, pensaba en las fotos de juventud, pero al final, si pensamos en el tiempo que vivimos, tú fuiste mucho más tiempo mayor (y vaga, y loca, y hambrienta, y dormilona, y feliz), que joven. Donde eras igual pero sin cabeza. 

Te echo mucho de menos pequeña. Sé qué no volverás. Por eso te echaré más de menos. Pero me estoy acostumbrando a hacerlo, y al hacerlo sonrío. 

Colores

Porque sí, porque los hay en todos lados. Colores.

Ejemplo número uno. Subir al monte en horas tardías, y mirar ahí, en lontananza, entre los árboles lejanos perderse al sol y dejar su estampa

Ejemplo número dos. Ir por la ciudad y encontrarse con el arrabal. Vuelta a los colores primarios artificiales.

Ejemplo número tres. Los colores también están en las pozas. Los difuminan y emborronan, los dejan sin formas. Pero los colores no pierden fuerza.

Ejemplo número cuatro. De vuelta a la ciudad entre las líneas rectas y los azules de las sombras, los amarillos gritan.

Ejemplo número cinco. Pasa otro día y se vuelve a hacer tarde. Así que el cielo vuelve a sangrar, y mi mirada anónima no es la única que lo ve. El ejemplo final, por cierto.

Estercolero

Oremos a la nada
después de perder nuestros dioses
y cambiarlos por pastiches,
cajas hechas de colores,
llenos de polvo de estrellas
que se fundieron en el fondo,
del cubo de la inmundicia,
del egocentrismo más puro.

Cambiando nuestros ejemplos
de santos y mitos, dioses homéricos,
hipsters en cruces, calvas panzas brillantes,
por el vacío de la duda,
queda un agujero, un pozo negro.

Vacío
Se oye hasta el eco.

Y lo usamos de estercolero.

Tiramos las banderas de la patria,
donde antes estuvo Sísifo.
Arrojamos al fondo, arrodillados,
los iphones, los bmw, el reiki,
autoayuda, tarot y chamanes,
sin sentido, sin cabeza.
Brad Pitt y Angelina,
Ronaldo, Nadal y Batman,
todos ahí arrojados.
Cómo se acumula la mierda.

Limpia el pozo, se está pudriendo,
ya ni coger agua podemos,
veneno sale de ese agujero.

Un día.

Me cuesta centrarme, así que voy a contaros cosas.
Bueno, pocas cosas, porque son sólo fotos.

Pero podéis imaginaros una historia brutal, con persecuciones, sangre, muerte y sexo. Esas cosas tan geniales que nos ofrecen las series y la Iliada.

Pues en esas lides andaba yo, que me fui al pantano del Ebro, y me dije: vamos a hacer algún paisaje, que hace tiempo. He hice un clásico.

Luego me dije: Igual puedo hacer algo que no suelo hacer, foto de deporte. Y me subí a la única estación de esquí. Yo no soy nada dado a esas lides, que mira que me parecen arriesgadas. No para los demás, sino para mí. Yo ahí seguro que me rompo la crisma, que soy dado a esas cosas.

Andaba con el 85 fijo, y la 6d enfoca como el culo, así que me puse a enfocar a mano. Pero intenté hacer algo diferente, que no sé si salió.

Fotos de deporte extremo, para que veáis.

Y entonces bajé para abajo, me paré un momento, la vi subir a toda ostia. Cruzó frente a mi y unos cuantos, y siguió a toda ostia hacia arriba.

Irse lejos

Coge la moto,
y va a aquel sitio,

latigazo en su memoria
la consciencia de repente,
que su vida es suya,
Y de nadie más.
La primera vez

Joven, y hace dos años,
justos, exactos,
fue arrojado al mundo,
sin red ni ventura,
ni un triste respaldo,
y se fue lejos.

Al gritar, y verse solo,
en un completo desierto
lleno de seres humanos,
sin alma, al desamparo,
agarró su fuerza, escondida,
y adelante, rogó al cielo,
que le dejase volar.

Y cuando atado, queda al suelo,
rabia siente, más y más,
se va lejos, donde siempre,
a gritar, en silencio,
y recordar.

 

Bilbao – Quinto – Bonus arquitectónico

Como última parte, fotos sin gente, esas de puro turismo, de cosas que están ahí paradas.